Si es cuestión de cerrar cuentas-o mejor
dicho, sería abrirlas cual heridas -
digamos que no son pocas ni chicas las cositas que hemos dejado pendientes. Al
fin y al cabo no está mal, es casi un mérito: Que queden cosas por hacer no es
otra cosa que el saldo que dejaron buena pila de apetitos explosivos, un
torrente de proyectos barrilete que supimos liberar. Algo pendiente es además
sencillamente algo que está pendiendo, como una hoja de un árbol ya marrón, balanceándose
en la rama, hamacándose solita hasta caer. Y la caída la volverá pisada o
placer en oídos distraídos. Dale, hagamos inventario de todo aquello que nos
quedó deshecho, redactemos una lista y
un último epitafio, conjuremos nostalgias, orgullos y desengaños. Y sobre todo,
seamos bien sinceros con nuestra propia
inconclusión, publiquemos los ítems uno a uno, como quien dicta una lista para
el súper. Sí, enumeremos los cabos sueltos
como quien va a hacer las compras. Suena oscuro lo sé, pero verás que es
divertido.
¿Qué nos quedó pendiente?
-
Un té con
limón, un dobladillo y una nueva historia de amor.
Exageraste con lo del amor, hasta infusiones y
arreglos costureros íbamos bien.
-
Un tobogán, una taza, un desencuentro.
-
Y una explicación.
Mirá, no es que no quiera. Si me pedís que te
explique, yo lo intento. Si lo que buscás es esclarecimiento, puedo inventarte
algo muy tranquilamente. Puedo fabricar
ingenuamente algún pretexto, como quien
junta en su bolsillo unas piedritas. Puedo armar una fábula así de
fácil, con gusto y torpeza, como quien simple y llanamente, respira.
Podría decir también algunas cosas que
sonarían fácilmente muy absurdas.
Sentirías con pena y por error que simplemente te estoy tomando el pelo.
Y quizás, sería cierto. Pero te advierto mi caracolito, que tomarte el
pelo sería el acto más solemne.
Embromarte, el homenaje más cortés. En serio, no es un chiste. No hay nada más
real y más valioso que el absurdo. Nada mejor para hacer con lo preciado que,
sencillamente, ridiculizarlo.
Podríamos decir, por ejemplo- y esto lo
diríamos juntos con todas nuestras voces porque mi voz no sería más que el eco
de otra voz que fue el eco de otra voz de un discurso colectivo- que al
principio éramos distintos distantes. Que primero se atrajeron nuestras grietas
y luego se fueron lentamente asemejando. Nuestras preferencias musicales,
bamboleos y también nuestra manera de sostener el tenedor y los fideos. Como
bostezando y estirando las piernas, el contagio fue voraz y defectuoso. Podríamos decir que inmediatamente nos
parecimos tanto que quebramos, y a justo juicio terminamos cada uno por su
lado. Emparentados por mimesis inédita ya no nos vimos, ya no fluimos.
Nada de eso. Ni esto ni aquello, quizás
solamente un caramelo.
Y una división de tres cifras, en papel y
lapicera. Una cuenta muy difícil que no pude completar.
Eso también, quedó pendiente.