Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario. O. G.

¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco


dominó


Me encontré en la calle una pieza de dominó. Fue como una invitación a jugar pero también, aunque no crean, una amenaza. No sentí simplemente que me invitaban a abrir, la puerta que lleva al divertimento. Sentí más que eso, un desafío. Como si alguien susurrara bien prudente: “Veni, jugatela”. O aún más tensionante escuché que preguntaban: “¿A ver si esta vez te la jugás?.
No me quedó otra que pacientemente, del asfalto y los peatones, rescatarla. Tuve que obedecer a una sabiduría ingenua que me dice: “si encontrás, recibí bien” y auguria los destinos más terribles a quien topa com tesoros y los deja. Y así, por no poder dejar, fui guardadora, de un pedazo de plástico que traía, incontable potencia y energía.
Era una pieza de plástico negrita, con dos números en narnaja y rojo, con círculos alineados sabiamente, que indicaban cifras para encastrar, dobles que buscar. Al tenerla cautiva en mi bolsillo, al haberla rescatado inútilmente, enfrenté uno a uno a una hilerita, de dilemas que tampoco pude dejar escapar a la intemperie. Les di abrigo casi sin darme cuenta, a algunos cuestionamientos fértiles, que comenzaron a poblar mis pensamientos.
¿Sería hora de armar yo misma la jugada y dar buen uso a aquella ficha sugestiva?
¿Se trataba entonces de construir buena estrategia, que amerite aplicar aquella pieza?
Quizás si sólo diera un paso hacia algún lado, todo fluiría cual efecto dominó y un monton de otros juegos, ocultos, escondidos, llegarían a adornarme la existencia. Pero tal vez no era este el momento de jugar y esa rica ficha debería descansar, guardar su fuerza, hasta que llegara bien preciso el último juego.
Lo cierto es que no era capaz de mentirme ni a mi misma, tenía una ficha que jugar en el bolsillo.

Los demás no lo sabían, ni podían imaginar la potencia de aquella extraña y secreta posesión mía.
Pero yo, atenta y calma, tenía una ficha, que algún día, si quisiera, podría jugar.

Pensé que era mejor manetener baja, la perdiz de quien tiene alguna cosa. Que nadie supiera de mi tesoro lo hacía sin dudas más sagrado y sobre todo y también, más mío.
Decidí no jugarla con inmediatez. Ansiedad y apuro podrían traerme muy mala pasada.
Resolví guardarla en buen escondite, darle un lugar seguro y a salvo. Quizás encontraría un sitio tan bien reservado, que yo misma podría, al cabo de algún tiempo, olvidar su invulnerable paradero.

Porque a fin de cuentas, vale confesarles, saber que tengo yo, en este gran tablero, una ficha extra que permanece oculta, me hace sentir fuerte y bien predispuesta a buscar atenta el momento en que convenga, hacer la jugada. Siendo buscadora por fiel vocación, ser guardadora de un pedazo de juego, me eleva tan alto que todo lo veo. Es que nadie sabe- ni se lo pregunta- dónde es que yo tengo aquel trozo de plástico, que da ante el vacío revancha y victoria. Nadie sabe y ahora que lo pienso, tampoco yo recuerdo dónde es que lo he puesto. No sé de memoria si fue en un bolsillo o si lo enterré allí con los yuyos.
Mirando nuevamente a toda esta cadena de felices y extraños acontecimientos, ya no es importante dónde lo guardé, si lo tengo, lo tuve o podre recuperarlo. Me basta recordarme prudente guardadora de una última jugada que es mía solamente. Una ficha más que sólo yo tengo y que si no es hoy el día quizás sea mañana en que me decida a jugarla.

Aunque humildemente y sabiendo dudar, quizás tengamos todos la posibilidad de encontrar una nueva pieza que abra camino a apostar más de lo mismo y obtener a cambio todo lo nuevo del mundo. Y probablemente sea fatal e imprescindible, la importancia de que todos sepamos mantener en secreto y confidencia nuestra condición de guardadores. Seguir así la vida muy alegremente, dispuestos a saber cuando es hora de rescatar algo del piso y encontrar allí nada menos que la clave, del próximo salto hacia la suerte. Por supuesto también estar concientes, de que tener una ficha es justamente, la invitación a jugar y mejor ser, ademas de guardadores, juguetones.

retorno


Lisbon Revisited
Fernando Pessoa

Otra vez vuelvo a verte,
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir…
Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…
Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!

poetomancia de sábado, reminiscente el domingo


A noite não é simplesmente um negrume sem margens nem direções.
Ela tem sua claridade, seus caminhos, suas escadas, seus andaimes.

A grande construção da noite sobe das submarinas planícies

aos longos céus estrelados

em trapézios, pontes, vertiginosos parapeitos,

para obscuras contemplações e expectativas.



Então, a noite levava-me... – por altas casas, por súbitas ruas,

e sob cortinas fechadas estavam cabeças adormecidas,

e sob luzes pálidas havia mãos em morte,

e havia corpos abraçados, e imensos desejos diversos,

duvidas, paixões, despedidas

- mas tudo desprendido e fluido,

suspenso entre objetos e circunstancias,

com destrezas de arco-íris e aço.



E os jogadores de xadrez avançavam cavalos e torres,
na extremidade da noite, entre cemitérios e campos...

- mas tudo involuntário e tênue –

enquanto as flores se modelavam e, na mesma obediência,

os rebanhos formavam leite, lã,

eternamente leite, lã, mugido imenso...

Enquanto os caramujos rodavam no torno vagaroso das ondas

e a folha amarela se desprendia, terminada: ar, suspiro, solidão.



A noite levava-me, às vezes, voando pelos muros do nevoeiro,

outras vezes, boiando pelos frios canais, com seus calados barcos

ou pisando a frágil turfa ou o lodo amargo.



E belas vozes ainda acordadas iam cantando casualmente.

E jovens lábios arriscavam perguntas sobre dolorosos assuntos.

Também os cães passavam com sua sombra, lúcidos e pensativos.

E figuras sem realidade extraviadas de domicílios,

atravessadas pela noite, pela hora, pela sorte,

flutuavam com saudade, esperando impossíveis encontros,

em que países, meu Deus, em que paises além da terra,

ou da imaginação?



A noite levava-me tão alto

que os desenhos do mundo se inutilizavam.




Regressavam as coisas à sua infância e ainda mais longe,
devolvidas a uma pureza total, a uma excelsa clarividência.


E tudo queria ser novamente. Não o que era, nem o que fora
- o que devia ser, na ordem da vida imaculada.
E tudo talvez não pensasse: porém docemente sofria.


Abraçava-me à noite e pedia-lhe outros sinais, outras ceretzas:

a noite fala em mil linguagens, promiscuamente.


E passava-se pelo mar, em sua profunda sepultura.
E um grande pasmo de lagrimas preparava palavras e sonhos,

essas vastas nuvens que os homens buscam...


Cecília Meireles

del combate

... con las palabras, ocúltame. A.P.

tuve un sueño dulce
y escalofriante
estando con frio
en la noche abierta

venían a cubrirme
un manto de palabras
suaves como plumas
del hielo y la luna
me daban abrigo

al ver que mi piel
ya más tibiecita
resistía firme
vocablos-espina,

vinieron ansiosas
una y otra más.
y las caricias tiernas
devinieron peso

luego como abejas
en una colmena
se juntaron miles
de nomenclaturas
que cubrieron todo
lo que de mi había

y el abrazo aquélque daba calor
acabo apretando
hasta dar asfixia

Decir Chau

“Sólo para decir chau” dijo después de aparecer y antes de sentarse com nosotros.

Estábamos absortos mirando el fuego. Sólo que no recuerdo con certeza si había fuego o lo imaginábamos. Nadie le dio más respuesta que alguna débil sonrisa, una calma hueca de sincera aceptación.

No hacia falta explicarle que lo estábamos esperando. Él también-como nosotros- tenía fuego en los ojos. Expectantes de lo que arde y se destruye y se reinventa, nadie tenía el coraje ni la voluntad de desperdiciar palabras. Él había venido sólo a decir chau. Era curioso y peligroso ese oficio de llegar simplemente a despedirse. Su lengua- por suerte- confería la justa y sana cuota de prudencia. Decir solamente chau.

En poco tiempo seríamos ceniza. Pero ahora, en este presente concentrado, sin miedos ni temblores, tocaba arder. No recuerdo si mirábamos el fuego o eramos el fuego. La memoria, esa otra gran hoguera, reinventa y reconstruye ingenuamente.

Sin dudas que estábamos ardiendo, pero no puedo saber si hechábamos la leña o había alguien afuera encargado de traer ramitas secas. Había que decir chau. Sobre el calor y la explosión lo confirmábamos. El combustible tendría que agotarse.

Allí había, sin dudas, mucha luz. Lamentable el borde difuso de mi recuerdo que no puede especificar cosas tan claves. Por ejemplo ahora no sé si la luz era nuestra o cual satélites opacos otra fuente luminosa reflejábamos.

Al silencio homenajeábamos devotos. Había que decir chau y gratamente, lo decíamos ardiendo.

Quizás no eramos nosotros ni alguien afuera, sino aquella amalgama impredecible la que un día había logrado aquel incendio. O quizás, ni siquiera hubiera fuego y estábamos sentados observando un montoncito de rebeldes ramas verdes. Lo cierto es que con magia al poco tiempo, fuimos ceniza que volaría el viento. Y al ser polvo en el aire no supimos de despedidas ni palabras castradoras. Pero aún grises y secos y bien libres, a la merced de brisas y huracanes, quedaría marcado para siemrpe, el recuerdo del calor tan molinete.

Sólo que no recuerdo si había fuego.

Las cucarachas

Durante un rato, me concentré solamente en vigilar que no se acercaran las cucarachas. Sentada bajo aquél viaducto, atrapada entre la noche y la lluvia, esa parecía ser una tarea lo suficientemente importante como para impedirme el sueño que, intermitentemente, aparecía y amenazaba con vencerme. Estaba sentada con las piernas cruzadas, en esa posición que algunos gustan de llamar "de indio". Expresión que yo, en estas líneas, prefiero evitar debido a su peligrosa ambigüedad.

Mantenía mi vista fija en un radio próximo a mí y pensaba en las cucarachas. Paradójicamente, esa suerte de supuesta inmunidad que mi visión debería ejercer sobre el espacio que me rodeaba, me obligaba a no pensar sino en ellas.

Estaba segura que ellas aparecerían en cuanto cerrara los ojos y el riesgo de despertarme con la suave caricia de sus patas acariciando mi cara o mi brazo era suficiente razón para mantener los ojos abiertos. Comprendí rápidamente que no tenía otra cosa en qué pensar ni algún otro asunto del cual ocuparme. Miraba el gris del piso fijamente, mi cabeza gacha no cambiaba hacía rato su posición de escolta. De un momento a otro me sorpendí vigilante y sentí el poder y la fuerza de quien tiene una misión. Y quien estaba al cuidado de mí misma era justamente, yo. Cuidar que no se acerquen esos bichos temidos era un mimo a mi propria y tantas veces ignorada, individualidad.

De repente las empecé a imaginar aparecer, primero de a una y luego un par que iban multiplicándose hasta escaparse de la misma, contabilidad.

Pero no se acercaban sino hasta un punto, mi visión estaba ahi para impedirles, llegar más allá,. Las estaba observando y ellas, lo sabían.

No tenía otra cosa en qué pensar. Sólo las cucarachas.

Qué pasaba con ellas que no aparecían. La suciedad de la calle y la humedad de la lluvia estaban en su punto justo, creando para esas damas de asquerosa presencia un apto y delicioso escenario. Sin embargo también, estaba yo, pendiente y concentrada. Eso seguramente, era suficiente.

No tenía nada más em qué pensar, salvo, de vez en cuando, en el viento que, al aparecer con agua de lluvía interrumpía insolente mi perfecto fuerte. Allí ya no molestaban ni los viejos amores, ni los próximos amantes tantas veces esperados.

Más que amores, ese día, esperaba cucarachas. Se me revelaba más que nunca la fé en el carácter fugaz- y milagroso- de los encuentros. Supe de pronto e inocente que tenía una nueva amiga y que esa colega era, justamente, yo misma. No es que hubiera ocurrido debajo de aquel puente ni por pensar demasiado en asquerosos insectos. Supuse enseguida que ya hacía un tiempo largo que todo había comenzado.

Al fin y al cabo no podría ser tan diferente de otras amistades pacientemente construidas que se valen de un helado, un cine o el asfalto como excusas para montar un puente, de arena y celofán.

Empezó com calma, paciencia y constancia, exterminando en cuotas, los rastros perversos de desconfianza. Y fue simplemente dar un día la mano y otra día entregar ojos, pacientes, brillosos que sirvan de espejo. Una amistad que nace, nunca es despreciable pero de esta que te cuento nadie debe salvarse. Es simplemente eso, saber darse la mano, ayudarse, admirarse y comprenderse el cauce. Sin haber supuesto antes que podría ocurrirme, entendí enseguida que algún binomio de esos que parecían firmes, estaba lentamente, comenzando a romperse .Era simplemente eso, saber darse la mano, enamorarse: buscarse en el adorno y también, en las fallas. Y sobre todo, siempre, aceptarse. Como cualquier amistad, sería cuestion de trabajo, constante y dedicado. Un arte en desarrollo requiere de cuidado.

Era justamente, vigilar cucarachas, mantenerlas alejadas y cuidar en la conciencia, la idea de que su exterminio nunca es algo acabado. Una lucha constante de trincheras atentas, una guerra civil en la que de pronto estaba inmersa.

Y entendiendo segura que de los nuevos amigos no podría haber nunca, una escritura sellada, emprendí conciente una aventura gigante. Los ojos abiertos combaten cucarachas que siempre pueden volver a aparecer. Desafios deliciosos que me mantienen viva, bajo el viaducto y la lluvia, con alma combativa. ¿Y será que soy este cuerpo que esta aquí sentado o soy en lo que potencialmente y luchando podría, transforamre? Entusiasmada y alegre me invadieron las ganas, de a mi nueva amiga presentarle, todas y cada una de mis viejas amistades.

poco original

Se me ocurrió una idea poco original, vino de repente, la pesqué del aire, como a una ramita que un día de otoño, vino a aventurarse. Al principio la miré com lejanía y cautela, como quien desconfía de lo que es sencillo. No quise aceptarla ni dar bienvenida, como si aquella idea nacida de nada, no fuera ni mía, ni tampoco ajena. Hubiera querido que siga su viaje, leve y flotante y de mí, separada. Pero las cosas que nacen de nuestra propia médula, aún cuando parezcan livianas y libres, tienden a volverse testarudamente, a reclamar un espacio junto a la madre patria.

No quedó otra opción que aceptar que ella- simple y cotidiana- era justamente creación mía. Es que se parecía sin ninguna verguenza, a una idea que sin dudas ni ningún esfuerzo, cualquier otra persona podria haber formulado. La sentía yo misma una reproducción más, de algo que anteriormente ya estaría dado. Una idea que- aparentemente- no traería nada de enriquecimiento. Una prescindible creación más, de las que vive el hombre por pura compulsión, de crear.

Sólo un tiempo luego y sin ni poder preverlo, fue que más liberada de prejuicios, se me ocurrió que la existencia misma de una idea bien poco deslumbrante, podría justamente ser una expresión mayor, de rebeldía.

Aceptando primero y ya después amándo a esa hija bastarda, a mi inventiva tan poco elaborada, fueron germinando de ella, como aves, muchas otras que abrieron buen acceso, a todos esos mundos repetidos. De existencia doble y siempre com sus sombras, cada ramificación permitió el alcance de tantos caminos, tantas veces abortados. Y retomando ingenua y com cara brillosa, miré un poco remordida a esa primer ramita, que suelta y relajada yo hubiera querido, desatender. Con gran maravilla y ya liberada del peso que ejerce la creatividad forzada, pensé cómo sería un buen itinerario, dónde ninguna ruta fuera previamente, cerrada. Con entusiasmo y ganas pensé en que construyamos, caminos posibles aún cuando no vayan, a ningún lado. Abrir las percepciones que aunque poco originales, permitan pasar sin tener que-obligatoriamente- llegar.

de los puentes

algunos
son colgantes

y las pisadas sienten

juguetona hámaca


hay otros,

firmes,

que permiten

que crucen cargas pesadas

e igual,
quedan inmóviles


también algunos,

más urgentes,

nacen del desesperado atino

de unir puntos desunidoa

estos pueden ser sólo una soga

que cruza heroica a la otra orilla

intentando burlar,

las distancias


pero para otros puentes
que aveces,
se transitan,
se precisan sólo dos pupilas

que se animen y miren

sólo al frente

que mantengan la vista

abierta y sincera

donde no sólo un hombre

sino

la humanidad

estará entera y atenta

en devolverte

la mirada

Los deseos del mundo

Foto por Flor G
Ilhabella. Septiembre 2011

De este cuento tengo escrito primero el final y quizas, vos, ojos que leen, guardes sin saberlo un buen comienzo. Suele ocurrirme a veces que para llegar al hoy empiezo por vivir lo que viene después. Es una buena manera de confundirlo todo y olvidar el lugar donde pisan los pies.
Para contar un cuento será menor el riesgo que el desorden provoca. Pero que a la literatura a veces le falten, carne y hueso, sudor y venas, que no esté la vida en juego ni se aposte el cotidiano, no significa que este intento de construir un cuento haciendo todo al revés, deje de ser de esas lindas complicaciónes.

Me encantaría encontrar-lo digo en serio- un buen principio. Pero no lo tengo y les ruego que me ayuden. Sí, probemos juntos. Estoy segura, ustedes por alli saben de algo, que yo sobre estas lineas, hoy, ignoro. ¡Vamos!que de a dos partes suele ser más fácil y, ocurriendo amenudo que otro tenga lo que a uno le falta, algunos días tiernos, de pronto, lo sabemos. Sí, vos, seguro que podés completar este comienzo, ahorita mismo, como vaya saliendo, que para cuando termines ya de imaginarlo y te quede ese gusto, incómodo y agrio, de lo que está incompleto, para ese momento ya volverás a estas líneas y mis palabras timidas le daran un cierrre a aquello que por osado y valiente imaginaste.

Pero mirá vos que escritor peresozo, el que te toca leer, qué mala suerte, ni un comienzo ni nada, ni un personaje con un sueño, ni algún reino encantado. Yo te expliqué, este desorden me persigue en varias partes, de mi humilde y sencilla biografia. Así es que espero que sepas disculpar las molestias que todo esto puedan ocasionarte,ya que este cuento mal escrito y desprolijo es sólo un efecto colateral más.

Lo que sigue es algo así como una niña observando detenida alguna hoja, que cayó del árbol, que llegó hasta el suelo.

-El mundo es uno sólo y a la vez, millones- piensa la niña al mirar en la hoja mil colores.

O tal vez piensa algo parecido y de haberlo dicho, usaria, palabras distintas, pero es más o menos eso lo que de la hoja se pudo desprender. Tiene la edad aquella en que las grandes cosas que muchos adultos buscan, se presentan con sorprendente facilidad e igual de sencillamente, se olvidan. Porque la niña no le ve mucho sentido a eso de andar aprisionando verdades. Seguramente no haya nada más sensato que evitar el esfuerzo, vil y pretencioso, de retener pesadas sabidurías.

Después viene la acumulación, la retención y ahi pegadita y sin asco la limitación.
Los verdes de aquella hoja mudan de tonalidad y ya no son más verde, son amarillo, canela y marrón. La niña piensa entonces en el campo y las montañas y se afirma con certeza que sostiene en su mano el mundo todo. Como es niña y en sus manos tiene una hoja multicolor, la palabra todo no da miedo. La totalidad no es aterradora y eso es, porque es niña y ustedes eso lo sabrán entender.

Y cada pedacito de paraiso escondido es una linda excusa para saltar al deseo. Saber pedir es ley y para eso son amigos, tréboles, estrellas, piedras. Detrás de cada cosa hay deseo y si la niña desea, la niña puede y entiende Y aunque aprenda algo y después se le olvide, vendrán pronto los puentes, hacia los sitios fértiles, puros donde sin asco ni reglas sabes crecer de los nuevos, prometedores, deseos.

Y de un yuyito verde, un capullo, una gota quieta, un arco, se esconden humildemente, uno, dos, tres deseos, y por qué no del tercero, animarse, juntar fuerzas, y pedir simplemente que de ese vengan, a cumplirse mansamente, todos los deseos del mundo.

Isla


Foto: Maru-Boneta, Guaecá, Septiembre 2011



Acá
donde cualquiera que busque
puede
encontrarme

aunque me mueva
estoy
ahi

Sí me ves,
si querés

Acá
no a la espera
de la cura
ni a la busca
de la meta

Sólo aquí
en donde luego habrá
palabras

pero todavía,
no.

premios de domingo

No somos la gran rosa de la catedral gótica sino la instantánea y efímera
petrificación de la rosa del calidoscopio. Pero antes de ceder y deshojarse ante una nueva rotación
caprichosa, ¿qué juegos se jugarán entre nosotros, cómo se combinarán los colores fríos y los cálidos,
los lunáticos y los mercuriales, los humores y los temperamentos?


Julio Cortázar en Los Premios, 1960

mañana es mejor

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra el oído contra el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
—cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo—
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.

Olga Orozco



rescate

cada vez estoy más convencida
de encontrar en cada tic dos poesías:
una es la de libros y cuadernos
rehén hostigada por la lengua
naciente de la noche y de la espuma
me sorprende frunciendo el entrecejo
me encarcela muy a gusto y complacida.
es la que nace de pedazos que desarmo.
la que me estiro a alcanzar y más se aleja.

la otra accidental e ingenua
aparece en los sitios más incómodos
su carencia de lenguaje la enriquece
y son más suyas las palabras que le faltan
no la apagan la rutina ni el a diario.
es la que hiela sin aviso y persistente
aviva fiel el fuego de lo cotidiano,
la que si puedo y me atrevo hoy día
yo personalmente, prefiero.

Enero de 2010

otoño, domingo y leopoldo

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardiente rosas te echarán en su llama

El amor eterno, de Leopoldo Lugones

Mucho mimbre

Pero si la abro, una parte del enigma estará resuelto y sólo quedaríamos yo y el vacío, sin tantas preguntas ni caminos abiertos. Parece, sin embargo, tan sencillo, hay una canasta y algo allí adentro, y a mí, que la miro de lejos, varias cosas me faltan. Quizás lo que no tengo lo encierra este mimbre. Tiene, algo tiene esa canasta, desde afuera ya se siente: no es aire y nada más lo que se trae. Y si acaso tuviera lo que yo necesito, tendría además de cosas un saber tan preciado como el que reconoce lo que en estas tardes largas a mí, me está faltando.

Mejor no, mejor no abrirla, cerrada la canasta encierra ese misterio que me hace no poder dejar de contemplarla. Debo admitir que a pesar del vacío, el suspenso y la intriga me tienen en vilo.

No, te digo que no es falta de coraje. No es que no quiera encontrarme resuelta y entregarme al augurio de la sorpresa de mimbre. Podría abrirla, lo sé. Parece tan fácil: como tender un puente a la otra orilla, la lágrima. Te ruego que entiendas que, pese a todo, me guste más así: cerrada y lejana. Sé que hay algo en ella y eso enciende una llama, eso aviva mi mundo y colorea la falta. Mejor vení, sentate aquí. Miremosla. Pensemos por ejemplo que puede tener comida, un banquete nutrido, una fiesta de fiambre. Así, por ejemplo, nos descubrimos con hambre, cerrada la canasta, el apetito se abre.

Y si decimos, tal vez, allí hay jazmines, lavandas. Si pensamos, seguro, que es primavera encerrada, sentiremos tranquilos el perfume imaginado.

Comprenderás si lo intentas que la canasta nos llama, nos reclama en los ojos, las sienes y las manos. No podrás no mirarla y querrás no entender lo que tanto te atrae.

Por ejemplo, supongamos, que en la canasta hay canciones, que hay una orquesta ensayando, melodías fugaces. La música será entonces tuya por ese instante. Habrá, mientras lo pienses, fiesta en los pentagramas.

¿Qué se te ocurre a vos que protege la canasta? Vamos que el mimbre cauto dice más de lo que calla, trae tierra, sol y agua. Sí, en la canasta también, puede haber un cuaderno y un lápiz que te inviten a dibujar tus ensayos. Si en la canasta hay bocetos, borradores de planes, habrá más y más cosas de las que puedo contarte.

Sí, ya sé, esa canasta es peligrosa, me lo han dicho. Pero la encontré y me la traje y ya no puedo dejarla. Perdoná si te falto, si no te miro y esquivo tus palabras de agua. Disculpá si me ves, como ausente, en mi misma, absorta, contemplando. Dirás que fue un error, una pura complicación, que a ningún lado me lleva. Que cuando la crusé por la calle, lo mejor hubiera sido seguir de largo. Que imaginar la utopía de la canasta cerrada no me salva de nada, no me ayuda en la busca, para nada acompaña.

Yo entiendo entonces que no quieras sentarte conmigo, a mirarla. Al fin y al cabo te aburre y es sólo mimbre sin nada. Está bien, la dejamos, la liberamos como héroes, la devolvemos al asfalto. Sí, ya sé, ya fue mucho lo que tardé en admirarla. Sí, mejor buscar en otros lados el perfume y los sabores, bocetos y pentagramas. Vamos juntos y se la regalamos al próximo peatón, anónimo, que caiga. Eso sí, que esté cerrada. Yo acepto el trato, la pierdo, ya la tuve por un rato.

Me quedo tranquila y feliz de que la canasta se vaya. Seguramente me dio lo que a mí me faltaba. Seguramente habrá otro espectador que la encuentre. Y yo, pequeña dama, que supe darle cobijo, ya tendré otras canastas.

Ya la dejé en una esquina, me voy: Chau canasta-trampa.

Pienso de golpe algo horrible, una tragedia imaginaria: ¿Y si el próximo transeúnte que la encuentra a la dama, que se topa con la canasta y que al mirarla, para; si el nuevo dueño que se detiene, sin dudarlo, la abre? Al liberarla descubro este terrible presagio, y ya es muy tarde, no podré rescatarla.