Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario. O. G.

¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco


dominó


Me encontré en la calle una pieza de dominó. Fue como una invitación a jugar pero también, aunque no crean, una amenaza. No sentí simplemente que me invitaban a abrir, la puerta que lleva al divertimento. Sentí más que eso, un desafío. Como si alguien susurrara bien prudente: “Veni, jugatela”. O aún más tensionante escuché que preguntaban: “¿A ver si esta vez te la jugás?.
No me quedó otra que pacientemente, del asfalto y los peatones, rescatarla. Tuve que obedecer a una sabiduría ingenua que me dice: “si encontrás, recibí bien” y auguria los destinos más terribles a quien topa com tesoros y los deja. Y así, por no poder dejar, fui guardadora, de un pedazo de plástico que traía, incontable potencia y energía.
Era una pieza de plástico negrita, con dos números en narnaja y rojo, con círculos alineados sabiamente, que indicaban cifras para encastrar, dobles que buscar. Al tenerla cautiva en mi bolsillo, al haberla rescatado inútilmente, enfrenté uno a uno a una hilerita, de dilemas que tampoco pude dejar escapar a la intemperie. Les di abrigo casi sin darme cuenta, a algunos cuestionamientos fértiles, que comenzaron a poblar mis pensamientos.
¿Sería hora de armar yo misma la jugada y dar buen uso a aquella ficha sugestiva?
¿Se trataba entonces de construir buena estrategia, que amerite aplicar aquella pieza?
Quizás si sólo diera un paso hacia algún lado, todo fluiría cual efecto dominó y un monton de otros juegos, ocultos, escondidos, llegarían a adornarme la existencia. Pero tal vez no era este el momento de jugar y esa rica ficha debería descansar, guardar su fuerza, hasta que llegara bien preciso el último juego.
Lo cierto es que no era capaz de mentirme ni a mi misma, tenía una ficha que jugar en el bolsillo.

Los demás no lo sabían, ni podían imaginar la potencia de aquella extraña y secreta posesión mía.
Pero yo, atenta y calma, tenía una ficha, que algún día, si quisiera, podría jugar.

Pensé que era mejor manetener baja, la perdiz de quien tiene alguna cosa. Que nadie supiera de mi tesoro lo hacía sin dudas más sagrado y sobre todo y también, más mío.
Decidí no jugarla con inmediatez. Ansiedad y apuro podrían traerme muy mala pasada.
Resolví guardarla en buen escondite, darle un lugar seguro y a salvo. Quizás encontraría un sitio tan bien reservado, que yo misma podría, al cabo de algún tiempo, olvidar su invulnerable paradero.

Porque a fin de cuentas, vale confesarles, saber que tengo yo, en este gran tablero, una ficha extra que permanece oculta, me hace sentir fuerte y bien predispuesta a buscar atenta el momento en que convenga, hacer la jugada. Siendo buscadora por fiel vocación, ser guardadora de un pedazo de juego, me eleva tan alto que todo lo veo. Es que nadie sabe- ni se lo pregunta- dónde es que yo tengo aquel trozo de plástico, que da ante el vacío revancha y victoria. Nadie sabe y ahora que lo pienso, tampoco yo recuerdo dónde es que lo he puesto. No sé de memoria si fue en un bolsillo o si lo enterré allí con los yuyos.
Mirando nuevamente a toda esta cadena de felices y extraños acontecimientos, ya no es importante dónde lo guardé, si lo tengo, lo tuve o podre recuperarlo. Me basta recordarme prudente guardadora de una última jugada que es mía solamente. Una ficha más que sólo yo tengo y que si no es hoy el día quizás sea mañana en que me decida a jugarla.

Aunque humildemente y sabiendo dudar, quizás tengamos todos la posibilidad de encontrar una nueva pieza que abra camino a apostar más de lo mismo y obtener a cambio todo lo nuevo del mundo. Y probablemente sea fatal e imprescindible, la importancia de que todos sepamos mantener en secreto y confidencia nuestra condición de guardadores. Seguir así la vida muy alegremente, dispuestos a saber cuando es hora de rescatar algo del piso y encontrar allí nada menos que la clave, del próximo salto hacia la suerte. Por supuesto también estar concientes, de que tener una ficha es justamente, la invitación a jugar y mejor ser, ademas de guardadores, juguetones.

retorno


Lisbon Revisited
Fernando Pessoa

Otra vez vuelvo a verte,
ciudad de mi infancia pavorosamente perdida…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? Pero, ¿soy yo el mismo que aquí viví, y aquí volví,
y aquí volví a volver y volver,
y aquí de nuevo he vuelto a volver?
¿O todos los Yo que aquí estuve o estuvieron somos
una serie de cuentas-entes ensartadas en un hilo-memoria,
una serie de sueños de mí por alguien que está fuera de mí?
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte
con el corazón más lejano, el alma menos mía.
Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-
transeúnte inútil de ti y de mí,
extranjero aquí como en todas partes,
tan casual en la vida como en el alma,
fantasma errante por salones de recuerdos
con ruidos de ratas y de maderas que crujen
en el castillo maldito de tener que vivir…
Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento a una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche cual estela de barco al perderse
en el agua que dejamos oír…
Otra vez vuelvo a verte,
mas, ¡ay, a mí no vuelvo a verme!
Se rompió el espejo mágico en el que volvía a verme idéntico,
y en cada fragmento fatídico veo sólo un pedazo de mí,
¡un pedazo de ti y de mí!

poetomancia de sábado, reminiscente el domingo


A noite não é simplesmente um negrume sem margens nem direções.
Ela tem sua claridade, seus caminhos, suas escadas, seus andaimes.

A grande construção da noite sobe das submarinas planícies

aos longos céus estrelados

em trapézios, pontes, vertiginosos parapeitos,

para obscuras contemplações e expectativas.



Então, a noite levava-me... – por altas casas, por súbitas ruas,

e sob cortinas fechadas estavam cabeças adormecidas,

e sob luzes pálidas havia mãos em morte,

e havia corpos abraçados, e imensos desejos diversos,

duvidas, paixões, despedidas

- mas tudo desprendido e fluido,

suspenso entre objetos e circunstancias,

com destrezas de arco-íris e aço.



E os jogadores de xadrez avançavam cavalos e torres,
na extremidade da noite, entre cemitérios e campos...

- mas tudo involuntário e tênue –

enquanto as flores se modelavam e, na mesma obediência,

os rebanhos formavam leite, lã,

eternamente leite, lã, mugido imenso...

Enquanto os caramujos rodavam no torno vagaroso das ondas

e a folha amarela se desprendia, terminada: ar, suspiro, solidão.



A noite levava-me, às vezes, voando pelos muros do nevoeiro,

outras vezes, boiando pelos frios canais, com seus calados barcos

ou pisando a frágil turfa ou o lodo amargo.



E belas vozes ainda acordadas iam cantando casualmente.

E jovens lábios arriscavam perguntas sobre dolorosos assuntos.

Também os cães passavam com sua sombra, lúcidos e pensativos.

E figuras sem realidade extraviadas de domicílios,

atravessadas pela noite, pela hora, pela sorte,

flutuavam com saudade, esperando impossíveis encontros,

em que países, meu Deus, em que paises além da terra,

ou da imaginação?



A noite levava-me tão alto

que os desenhos do mundo se inutilizavam.




Regressavam as coisas à sua infância e ainda mais longe,
devolvidas a uma pureza total, a uma excelsa clarividência.


E tudo queria ser novamente. Não o que era, nem o que fora
- o que devia ser, na ordem da vida imaculada.
E tudo talvez não pensasse: porém docemente sofria.


Abraçava-me à noite e pedia-lhe outros sinais, outras ceretzas:

a noite fala em mil linguagens, promiscuamente.


E passava-se pelo mar, em sua profunda sepultura.
E um grande pasmo de lagrimas preparava palavras e sonhos,

essas vastas nuvens que os homens buscam...


Cecília Meireles

del combate

... con las palabras, ocúltame. A.P.

tuve un sueño dulce
y escalofriante
estando con frio
en la noche abierta

venían a cubrirme
un manto de palabras
suaves como plumas
del hielo y la luna
me daban abrigo

al ver que mi piel
ya más tibiecita
resistía firme
vocablos-espina,

vinieron ansiosas
una y otra más.
y las caricias tiernas
devinieron peso

luego como abejas
en una colmena
se juntaron miles
de nomenclaturas
que cubrieron todo
lo que de mi había

y el abrazo aquélque daba calor
acabo apretando
hasta dar asfixia