Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario. O. G.

¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco


un punto fijo

A veces, para no marearnos, teníamos solamente que fijar la vista. Sí, el profe lo repetía todo el tiempo, sólo bastaba con fijar la vista en un punto y ese punto, nos salvaría de todo el resto. Concentración, así le llamaba, para evitar los mareos. Que los ojos no se aparten de aquel eje y, sobre todo, que estén bien abiertos.
Cuando llegaba el momento, yo casi siempre me detenía en los cordones de las zapatillas de mi compañero de en frente. Ni siquiera los cordones, simplemente un pequeño ojal era suficiente. Ese pequeño intercisio por donde pasaba el cordón, y fruncía levemente la boca de la zapatilla.
No había una zapatilla en el mundo, que conociera con tanto detenimiento como aquella, ni otro cordón al cual quisiera tanto. Porque, mal o bien, era el que me salvaba de los mareos. Mientras bajaba lentamenta la cabeza, mientras torcía poco a poco la columna y caían a su ritmo cada vertebra, el cordón me mantenía en vilo. Ese ojal redondito y de nada era entonces la realidad misma, la infinitud toda. Y, resultaba tan simpático e inofensivo, que nada me asustaba.
Como el frio en los pies, como el primer paso, como el último mate lavado, casi todo dependía de concentrarse en un único punto fijo.
Las colchonetas eran más bien asperas, hasta reticentes. Reticentes y azules.
Yo, como todos y como siempre, disfrutaba más algunas cosas que otras. El calentamiento me atraía más que los ejercicios en sí, la relajación más que los saltos.
Los otros podían golpear la pelota e incluso pasarla del otro lado de la red. Había, como siempre, de los goleadores y los atletas, los acróbatas y las piruetas. Yo, prefería concentrarme en un punto fijo. Las pelotas y el punto fijo. Los golpes y el punto fijo. Las caídas y el punto fijo. El pasado y el punto fijo.
A veces, para no marearme, puedo volver al punto fijo, el cordón de la zapatilla, su ojal. Esas cositas de nada, esas naditas que dan cosita.
Un diente de leon bien silvestre y amarillo, un foco amarillo que a veces es el sol.
A veces es el sol, mi punto fijo. Para no marearme, un punto fijo.
Para los recuerdos,y los desacuerdos, un punto fijo.
Para tus ojos que recorren incansables estas letras, un punto fijo.

1 comentario:

  1. Ante todo permiso,

    Me encantó, ese viaje por el ojal y el cordón, ese mareo, que por momentos hace a uno sentirse en un barco, un mate lavado para volver a tierra y esperar la pelota para rematar, y hablando de remates, el remate buenísimo!

    Saludos
    DUTRi

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si tienes vos, tienes palabras. dejalas caer