Foto de Lucy, Londres, Catamarca, Enero 2010
-La vida no será fácil pero tampoco tan compleja. Ya verás, si acontece que algo te resulta incómodo, deberás simplemente transformarlo en otra cosa. Metamorfosis tras otra y así eternamente- El iluminado hablaba con calma.-En algún momento sabrás, que tu eres quien no quiere ser feliz y, transformarás y así, habrás de superar las muertes, que son ciertamente cotidianas.
Ramón respiró hondo y abrió sus ojos llevándolos con violencia a insospechados límites de diámetro ocular. Continuó el iluminado: “Transformar y un poco acostumbrarse. Y también, de tanto en tanto, disimular bien. Así funciona. Con el tiempo, lo confirmarás.”
Ramón quiso tomar nota de las magistrales revelaciones y descubrió desesperado que le faltaban lápiz y papel.
Repitiose con fuerza las palabras buscando que quedasen grabadas como fuego: transformar, acostumbrarse y disimular.
Siguió el iluminado:”Sólo por agregar alguna cosa, te diría que no tengas mucho apego por la tinta, las hojas y bolígrafos no sabrán más que enredarte”
Memorizó Ramón con énfasis: la tinta enreda.
Dijo además el iluminado:”Y bueno, un poco de cautela con las palabras, que nunca dicen lo que hablan, nunca salvan un problema”
Ramón intentó retener: Transformar, acostumbrarse, disimular. Ojo con la tinta y la palabra. Empezaba a marearlo el esfuerzo por contener las máximas que le habían sido reveladas. Alrededor suyo, las imágenes se le aparecían borrosas.
Cerró y abrió los ojos con fuerza y descubrió entonces que la imagen del iluminado era cada vez menos nítida, casi inexistente.
Una voz cada vez menos humana le ofrecía un último pedazo de advertencia:
“Habrás de ser prudente con los consejos. Quien los da y quien los recibe cae en la misma trampa”.
Ramón parpadeó. El iluminado concluyó: “Y aún más precaución con los espejos”
Ramón abrió los ojos. Escupió enérgicamente un líquido espumoso compuesto de saliva, agua y pasta dental.
Tenía frente a sí la pileta y el espejo del baño. Buscose en la imagen que este mismo le devolvía. Examinó con detalle su cara somnolienta. Pensó en el día que estaba por empezar. Se preguntó cuándo se había despertado y hacía cuanto que había llegado al baño.
Ramón respiró hondo y abrió sus ojos llevándolos con violencia a insospechados límites de diámetro ocular. Continuó el iluminado: “Transformar y un poco acostumbrarse. Y también, de tanto en tanto, disimular bien. Así funciona. Con el tiempo, lo confirmarás.”
Ramón quiso tomar nota de las magistrales revelaciones y descubrió desesperado que le faltaban lápiz y papel.
Repitiose con fuerza las palabras buscando que quedasen grabadas como fuego: transformar, acostumbrarse y disimular.
Siguió el iluminado:”Sólo por agregar alguna cosa, te diría que no tengas mucho apego por la tinta, las hojas y bolígrafos no sabrán más que enredarte”
Memorizó Ramón con énfasis: la tinta enreda.
Dijo además el iluminado:”Y bueno, un poco de cautela con las palabras, que nunca dicen lo que hablan, nunca salvan un problema”
Ramón intentó retener: Transformar, acostumbrarse, disimular. Ojo con la tinta y la palabra. Empezaba a marearlo el esfuerzo por contener las máximas que le habían sido reveladas. Alrededor suyo, las imágenes se le aparecían borrosas.
Cerró y abrió los ojos con fuerza y descubrió entonces que la imagen del iluminado era cada vez menos nítida, casi inexistente.
Una voz cada vez menos humana le ofrecía un último pedazo de advertencia:
“Habrás de ser prudente con los consejos. Quien los da y quien los recibe cae en la misma trampa”.
Ramón parpadeó. El iluminado concluyó: “Y aún más precaución con los espejos”
Ramón abrió los ojos. Escupió enérgicamente un líquido espumoso compuesto de saliva, agua y pasta dental.
Tenía frente a sí la pileta y el espejo del baño. Buscose en la imagen que este mismo le devolvía. Examinó con detalle su cara somnolienta. Pensó en el día que estaba por empezar. Se preguntó cuándo se había despertado y hacía cuanto que había llegado al baño.
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si tienes vos, tienes palabras. dejalas caer