Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario. O. G.

¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?
Olga Orozco


Son ríos



Foto de Maru Solla en Sorata, Bolivia, Enero 2012



Esto que les cuento, estén atentos, es un secreto que trajo buen jolgorio, una leyenda alegre y fantasiosa que hoy me propongo, explicar.Lo hago porque aprendí que no tiene sentido, guardar cosas dichosas clandestinas, vacilar al compartir las maravillas.
Sucede que un día, de repente, comencé a escuchar el río. Y no es que hubiera llegado a un río. Tampoco era el sonido distante y llamante el que me guíaba fiel por el camino y así me conducía ha cia su encuentro.
El río simplemente había estado allí, quizás desde hacía tiempo y fue sólo necesario que de a poco fuesen cediendo las compuertas de mi capacidad de oir. Es que para saber dejar entrar sonidos de agua y piedra, no es necesario tener un río cerca. Sospecho que de igual modo descansar junto a la orilla, próximos al agua que es dulce y corriente, no alcanza ni es de ningun modo suficiente, para escuchar al río.
El caso es que un día, comencé a escuchar el río, era un canto tierno y leve y sentí que fácilmente, nos ganamos mutuamente la confianza. Es que escuchar bien no es poca cosa, para empezar cualquier vinculo afectivo y ganar correctamente intimidad.
Enseguida atenta y muy feliz, supe que percatarse de sonidos acuosos significaba algo muy grande dentro mío, me traía hermosas y frescas revelaciones.
No era simplemente el agua refrescante y la suave música que fácilmente arrulla. Más que eso mi corazón crecía gracias a muestras tan puntuales, de movimiento.
De pronto fui conciente de su eterno flujo y no pude hacer otra cosa que dejarme endulzar.
Es que movimiento y agua son buen complemento y sino esperen a ver lo que sucede cuando quieta y calma, se estanca y se pudre.
Qué asombro aprender, de aquél cambio constante, qué novedad sentir el fluir tan cerca mío.
No es que hubieran faltado en mi previa biografía, muestras tan grandes de belleza y alas.
Pero esta vez algo debía ser diferente. Es que era justamente saber prestar oídos, escuchar cantos por tiempo indeterminado. Significaba de repente elegir para mi lengua, el necesario silencio que de paso al agua.
Como quien comienza a tejer tranquilamente, pares de seguidas revelaciones, supe que si de repente yo escuchaba el río, si de eso era capaz sin ni habérmelo propuesto, a muchas otras cosas estaba dispuesta, tantos paraísos podía conseguir.
Inmediatemente cai yo en la cuenta que no era necesario que existiese un río, de caudal corriente y dulce agua móvil. Para abrir los mundos que tan feliz me hacían, no era necesario el sostén externo, sino justamente entrenar la escucha y saber oir hasta con la piel.
Mis ojos cerrados y tímpano atento supe fácilmente que algo de aquel río que había irrumpido con canciones dulces, fluía en la retina de otros ojos pardos que a mi alegria observaban atentos.
Y como de los amores yo poco sabía, tuve que primero escuchar el río, para prontamente compartir contenta, la suave y hermosa, melodía.
Hay quienes comparan, quizás torpemente, a los amores nuevos con fuegos y chispas. Dicen que el romance habita caluroso y que quien acude jugando, se quema. Hablan de cenizas que siempre permanecen y de avivar la llama también después de un tiempo.
Yo en cambio no dudo de que el amor es agua, fluyendo entre rocas, cayendo entre sierras. Es estar arriba y buscar caminante, el rumbo hacia olas saladas y arena.
No sé si me entienden pero a mí,personalmente, me persigue el río y qué suerte tengo.
Hubo un día simple, furioso y etéreo en que tuve la dicha de empezar a oír y me quedo claro que el amor es siempre fenómeno par. No es sencillamente que sean necesarias, dos personas amantes para empezar todo. Además de eso esto significa que por necesidad o efecto contagio, se amen por lo menos dos cosas al tiempo. Gracias a tan buena compañía mirante, pude oír el río e inmediantamente no quise otra cosa que juntos y mudos lo atendiéramos. No sé yo a quien llamar amor primero, si serán los ojos tan bien compañeros o fue antes el rio, fluyendo dispuesto. Es que tus pupilas también eran de agua y yo deseaba sólo ser pura agua dulce y correr libremente siguiendo pendiente.
Y no es que iniciándose aquella vez primera, aquel sonido hermoso me acompañara siempre. Si todo es dinámico, más lo son los ríos, que muchas veces se bifurcan y fusionan y en otros tantos casos por crecer, inundan. Hoy sé ciertamente, aún en silencio, que hay otros ríos, altos o subterraneos, furiosos o mansos. Me siento a escuchar y sé que está viniendo un próximo sonido clandestino. Se suponía que río había uno solo, que después del amor de adolescente, ya nada eleva como antes. Pero por suerte el río, bien compremetido, fluye y se transforma, avanza y va llegando. Y cuando de repente, lo puedo oir venir, sé que el próximo es también el primer río, cada uno me golpea como nuevo, me da vuelta y reinventa aunque no quiera. O será que justamente el primer río es la única corriente que regresa una y tantas veces, a visitarme y hallar escucha nueva. Será que es como dicen algunas campanas nuevas y el río es uno sólo y lo que cambian son las piedras que al correr encuentra. Yo no sé si es así o de otra manera pero algo hay aquí de buen designo, ya que cuando me creo en la sequía, no hago otra cosa que afilar la calma, que obturar la visión con sincronía y dejar crecer mi capacidad auditiva. Y solamente deseando, va llegando, solamente escuchando ya está acá. También brillan aquellos otros ojos, que turnantes acompañan el mirar, pero en pleno goce de tan tierna sinfonía yo sé que ese río y ese amor, son principalmente, míos.

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