La semilla ha caído,
caído como cae sobre la tarde
de los cocoteros la noche y sobre la noche el alba.
Algo esencial, de latido o de sangre, ha rodado en
lo oscuro.
Sena nuestro instante de asombros
llegado con el peso de una piedra o de un mundo;
un peso silencioso, vencedor; un peso
de espera interminable. Y no podremos ahora
desandar lo vivido, apagar esa hoguera que nos
iluminaba
con su agonía y su triunfo.
Se habrán movido las hojas
del plateado eucaliptus en la llanura inmóvil;
el leopardo habrá dado su salto en la guarida
y acomodado a sus pichones las palomas; el aire
tal vez se puntuaría de imprevistos gorgeos
y un hondo movimiento habrá agitado el agua de
los pozos.
He aquí el origen de un río,
la raya inaugural de la aurora, la primera
palpitación de una codorniz, el brote inicial de un
manantial
profundo, y tú, la guardadora del raudal de
mañana,
sonríes imaginando un rostro que ha de llegar, un
gesto desconocido que será nuestro,
la prolongación y el acento de tantas cosas
compartidas.
¡Sonríes imaginando un rostro
que ha de llegar! Y eres así como un campo
inundado, como un pétalo oscuro que ha guardado
el rocío; parece que el lucero recaló en el trasfondo
de tus ojos iluminando tus entrañas. Y acaso desde
ahora
camines con la aprensión de quien lleva
—en noche de tormenta— una indecisa llama
entre las manos.
Es solamente una semilla, la predicción
de lo posible, el aroma inasido y destinado
al fuego de un capullo fervoroso, la herramienta
moldeada en la imaginación del forjador; apenas
eso, y ya ha puesto
la pisada en las huellas que hemos dejado en la
arena reflejando el secreto de nuestro ardiente
pasado en cada gesto.
Ahora es sólo una semilla, un germen
y ha abierto las ventanas, el silencio y las cerradas
puertas de la casa
"El Germen", Elvio Romero
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si tienes vos, tienes palabras. dejalas caer